top 5 restaurantes en guipuzkua.
- guillermoperez53
- 30 abr 2018
- 6 Min. de lectura
En Guipuzkua se come francamente bien, realmente no hay fallos y cuando eres un poco más habido a la hora de seleccionar donde comer, te das cuenta de pequeños detalles que si que pueden marcar la diferencia. Por eso hago este top 5 de restaurantes en Guipuzkua para que el buen comensal pueda darse un capricho pero ante todo sin fallar a la hora de sentarse a la mesa, y créanme que la cuenta valdrá cada céntimo de su bolsillo, pues al salir solo querrán volver a probarlo.
1; IBAI:
Comienzo este relato con el mismo convencimiento claro y a mi gusto certero con el que salí y puse un pie en la calle tras comer en IBAI. "ninguna comida será igual a partir de hoy y es la única y primera comida que marca un punto de inflexión". 2 años ahorrando y 3 meses detrás de los mejores pescadores de Donostia es lo que me ha costado sentarme en este templo y punto de reunión de la gastronomía a algunos les parecerá mucho, poco o incluso absurdo esfuerzo pero os aseguro que si Dios comiera entre nosotros bajaría todos los días a sentarse a este lugar y tan lejos no me voy de las estrellas, sabiendo por bandera que quien en sus cazuelas sus manos posa no entiende de guias ni de estrellas.
2; EL KANO:
Hoy he podido vivir una experiencia culinaria superior para mis papilas gustativas, donde el mar se desenvuelve como en su propio entorno. Los sabores se arrodillan ante el pescado y dan paso a nuestra segunda casa..."la mar". Me quedo con una frase de Aitor de lo que mis humildes oídos han podido comprender. "Cuando sales a la calle te vistes, te maquillas, en definitiva, te pones cosas encima de tu cuerpo; sin embargo mi intención es presentarte el cuerpo de mis productos desnudos, sin trampa ni cartón. Por que lo importante es comprar lo mejor e intentar no estropearlo"
Humilde donde los haya y profesional de los pies a la cabeza, este personaje de nuestra gastronomía actual otorga a la misma una categoría más allá de cualquier guía culinaria.
Espero volver a este templo del rodaballo para reunirme con la mar y la parrilla.
Aperitivo de atún marinado.
Salpicón de bogavante.
Kokotxas 3 texturas.
Txangurro a la donostiarra.
Rodaballo 1 kilo 180 gramos.
Culant de chocolate.
Torrija.
Helado de queso y frutos del bosque.
3; CASA JULIAN:
Empiezo esta comida con no una txuleta sino con LA TXULETA. Hoy hemos acudido a casa Julián donde he disfrutado como un niño.
La txuleta jugosa,sublime con una infiltración de grasa de 10. No suelo hablar de dinero en mis explicaciones pero esta txuleta vale céntimo a céntimo su precio. Los fuegos de la parrilla ardieron por primera vez en 1950 y siguen con la misma teoria que me ha hecho acercarme a este templo de la txuleta; calidad tradición y pasión. Aupa Matias Gorrotxategui Aupa Iñaki Gorrotxategui Aupa María Aupa CASA JULIÁN CASA DE LA TXULETA. CASA DE BUEN COMER
4; PORTUETXE:
El olor de carnes en parrilla, los pescados que parecían cantar dorandose la piel con la roca viva. Nos llamaba su olor.....fuimos a parar a tan bello caserío de txuleta de kilo..donde mirándonos, ninguno de los dos sabíamos que nos esperaba; pero estábamos dispuestos a saborear tan deliciosos manjares.
5; ITXAROPENA
“hágame una cocina sencilla, sin complicaciones, la vida ya es demasiado enrevesada como para complicarnos en lo placentero y lo gozoso, necesito encontrar la esencia de la cocina” esta frase cogida de la película La Cocinera del Presidente; recoge un pensamiento que de largo, llevo en mi cabeza, cada vez que voy a comer a un restaurante o me asomo a la trastienda de algún mercado cada vez me hago la misma pregunta…¿habré nacido demasiado tarde para degustar la cocina pura, de la que hablan mis abuelos? ¿Esa cocina que los caseros de la zona me cuentan?, en la que se comía lo que la vida daba, se alimentaba el alma y se llenaba el corazón. Los restaurantes cada vez más, buscan el beneficio monetario, en detraimiento de una sociedad avocada a olvidar los sabores puristas que asentaron, asientan y asentarán todo ese paripé de cocina que algunos osan llamar creativa, que a mí de momento no me convence.
No más lejos de una realidad pintada, aun me acuerdo como si fuera ayer, de esa tarde lluviosa del 2 de noviembre de hace 2 años; paseaba por la calle Enbeltrán, cuando mi hocico, menos afinado por aquel entonces que ahora, me hizo seguir calle arriba desde el mercado de la Bretxa, justo antes de llegar al teatro, mi nariz había captado un olor peculiar, que solo había olfateado una vez en mi infancia, cuándo mi abuela Isabel hacía tortillas. En efecto, olía a cebolla pochada, no una cebolla cualquiera pochada con prisas y sin mimo, sino una cebolla pochada con mucho tiempo a fuego lento, sin prisas, con cariño…como antes. Así que como un sabueso, me puse a olfatear por la lluvia hasta que me paré enfrente de una puerta de madera acristalada, en un letrero pude leer Itxaropena, sin hacerle mucho caso al nombré entré, hay si hubiera sabido lo que ese nombre iba a cambiar mi forma de ver la cocina. Me apoye en la barra y con cierta congoja pregunte a Oscar, camarero del bar; (ahora amigo y compañero):
-(Guille): ¿disculpa sale de aquí este olor a cebolla pochada?
- (Oscar): sí, es mi madre, que está haciendo su tortilla de bacalao.
Con los ojos como platos le pedí una sidra y me dispuse a esperar lo que hiciera falta para llevarme ese aroma a la boca. Al cabo de 1 hora apareció una señora, que se asomaba por la barra con un plato lleno de estas tortillas, me dispuse a probarlo…no os voy a contar como estaba la tortilla; es mejor que vayáis y la probéis vosotros; sin embargo a modo de fianza os comento que me comí, después de ese primer bocado, 4 tortillas más. Acto seguido implore conocer al artífice de tan delicado, suave, perfecto y simple bocado. La cocinera, Pili, se asomó asustada y riéndose tras saber, a boca de su hijo, la cantidad de tortillas que me había comido en menos de lo que tardo ella en salir con las tortillas. Sin cruzar dos palabras se sentó con migo en una mesa y con una generosidad y confianza que jamás había visto, ella misma me empezó a decir como hacia las tortillas, me llevó dentro de la cocina y me enseñó a hacerlas. Tras chalar durante un buen rato sobre cómo era capaz de hacer algo tan sublime de algo tan sencillo, me quedó claro una cosa, la excelencia culinaria no se encuentra en el que con rematadas formulas se topa por suerte con un plato vanguardista, sino en el que con productos humildes elabora un plato digno de servir en cualquier mesa del mundo.
Memorias de una riojana 19/02/18
Ha llovido mucho desde entonces, desde que aquel bar, Itxaropena, y aquella cocinera, me robaron mi pensamiento, pues no, no es tarde para poder probar aun la cocina más pura, solo hay que aprender de aquellas manos que cocinan con la experiencia de la vida, como es el caso de Pili. Desde entonces, me dejo caer cada sábado, y mentiría si dijera que ningún día más, por las cocinas de este restaurante. Me meto en la cocina, y en una esquina, sin molestar, empiezo a ver y a aprender como Pili, engorda la salsa de txipirones en su tinta con pan y nada más, como pocha las verduras para la menestra, emplata los cogotes de merluza, termina su espectacular paella o asa a la llama sus famosos pimientos; pero lo que más me llama la atención es el mimo y el cariño con el que hace las cosas, la sencillez de lo complicado y la profesionalidad de toda una vida al servicio de sus fieles clientes.
Asegurado está, que si en algún momento celebro mi última comida, será en Itxaropena, en la cocina como siempre, aprendiendo de la mejor cocinera de San Sebastián a opinión de un servidor. Pero aún me quedan muchos sábados de mercado, o eso espero, y como de costumbre seguiré el rastro de aquella cocina en la calle Enbeltrán que alimenta el alma y llena el corazón.
He ido a restaurantes, he probado muchos platos, y actualmente gozo de cierto criterio para juzgarlos, pero como en la casa de Pili...en ningún sitio.
Como dijo un gran amigo mío…” en muchos sentidos el trabajo de un comensal es fácil, arriesgamos poco, por que gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo y así mismos a nuestro criterio, pero el hecho más amargo que tenemos que tragar los buenos comensales, es que a la hora de la verdad, cualquier producto humilde, tiene seguramente más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura, pero hay veces en las que salimos en defensa del producto y su antigua procedencia; entre tanto vanguardismo, lo tradicional necesita amigos”.

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